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Santa Inés, con el primer yerbal de campo

07/03/19
Nuestra Historia
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La historia del primer plantador en el sur de Misiones arranca en 1906 e incluye la marcha de un tren en el proceso de elaboración de la yerba mate.

Los comienzos

En el año 1906, Pedro Núñez compró 16.000 hectáreas de campo a Narciso Chapo, situadas a 20 kilómetros de Posadas, sobre la Ruta Provincial N 1. Le dio a esta propiedad el nombre de Estancia Santa Inés, por ser Inés el nombre de su hija. (…) Su principal renglón es la yerba mate, que se comenzó a plantar en 1907 (…).

En la estancia se plantaron 1.250 hectáreas de yerba mate.

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En un pequeño monte natural, frente a la casa de la estancia, se hicieron los primeros almácigos y viveros, atendidos por Irineo Vallejos, que tenía gran paciencia y habilidad para manejar las pequeñas plantitas (…).

El personal de cosecha del yerbal estaba formado por un capataz, un segundo capataz, el pesador, un marcador de líneos para indicar el lugar donde debía cortar la yerba cada peón, y un virutero, que era el encargado de recoger del suelo las ramas y hojas sueltas (…).

¿Cómo se preparaba el suelo?

La yerba se plantó a una distancia de 4 por 4 metros al trebolillo. Después de la cosecha se hacía la limpieza del yerbal, la que consistía en arar los espacios entre los líneos de plantas con arado de mancera, tirado por mulas y con azada se carpía alrededor del pié de cada planta. La orden que se le daba al capataz era que debía quedar limpio como la palma de la mano. Al principio daba gusto y era un motivo de orgullo mostrar el yerbal sin yuyo.

Pedro Núñez fue el primer plantador en la zona de campo de Misiones

Con el pasar de los años se notó que las laderas de las lomas quedaban peladas (…). La tierra se agrietaba y se abrían zanjas, por donde corría el agua de lluvia lavándolas cada vez más y las plantas desmejoraban notablemente (…).

Falta de leña

Otro problema que crean las plantaciones de yerba en el sur de Misiones (…) es la falta de montes para hacer leña, que en gran cantidad se requiere para la secanza del producto, lo que obliga a traerla de lejos, con el consecuente encarecimiento.

Un tren para optimizar el rendimiento

En vista de esta circunstancia Pedro Núñez resolvió hacer una línea férrea que llegara a los montes más próximos. La empezó a construir en 1921, con rieles que se traían del Paraguay (…). En aquellos tiempos, más de un automovilista que iba de Posadas a San José y viceversa, tuvo que detener el auto para dar paso a la locomotora y los vagones del trencito.

En 1924 la línea del tren llegó hasta el arroyo Pindapoy (…), lo que demandó la construcción de un sólido puente que se hizo de Urunday y Lapacho (…).

El arroyo Pindapoy, como todos los arroyos, tiene ambas márgenes cubiertas de árboles que suministraron el primer material para hacer leña (…).

Tabaré y Caá Porá

La primer locomotora de este tren fue una máquina con motor a explosión, a la que los peones le pusieron el nombre “Tabaré”, que significa cucaracha en guaraní. Posiblemente su aspecto pesado y su marcha lenta les recordaba este insecto. Después se adquirió una locomotora a vapor más potente, capaz de arrastrar un mayor número de vagones cargados, , a la que mi madre le puso el nombre de “Caá Porá” (yerba linda).

Como el trencito, además de traer leña, era utilizado para distribuir la yerba en el secadero; se disponía para hacer esta tarea de dos locomotoras chicas con motor a explosión que se llamaban “La Bochita” (…).

De Santa Inés a Rosario

Una vez embolsada la yerba y transcurrido el tiempo necesario para su estacionamiento, se la cargaba en el trencito que la transportaba al desvío kilómetro 576, que el ferrocarril construyó para uso exclusivo de Santa Inés. En este lugar había un depósito donde se tenía la yerba a la espera de que suministraran vagones para cargarlos con destino al molino de Martín y Cía, en Rosario. (…).

A los pocos años de acarrear leña, se encontró con que había que traerla cada vez de más lejos de la punta de los rieles (…)., por ese motivo se resolvió aumentar la extensión de la vía (…). En 1928 se dio por terminado el tramo, siendo el largo total de la vía, saliendo de Santa Inés hasta San Cristóbal, de 12 kilómetros de extensión.

La máquina a vapor hacía el viaje arrastrando seis vagones, con 4 metros cúbicos de leña cada uno, llegando a hacer seis viajes por día, lo que sumaba un total de 144 metros cúbicos. Se llegó a transportar entre una y otra cosecha 9.000 metros cúbicos de leña.

Los hacheros

Terminada la cosecha, los hacheros se trasladaban en el trencito al campo de San Cristóbal para hacer leña para la próxima (…).

El trencito funcionó activamente hasta el año 1952 en que se reemplazó la leña de monte por la de eucaliptos.

En los últimos años se tropezaba con dificultades para conseguir hacheros que quisieran ir al monte y los que se conseguían tenían muchas exigencias”.

Fuente: "Iviraretá País de Árboles", de Julio Nuñez, ediciones Montoya, 1981

“Escribí este libro en homenaje a mi padre Pedro Núñez, idea que se me ocurrió al festejarse el 7 de junio de 1967, los 100 años de su nacimiento. Mucho influyó para que me decidiera a hacerlo, el deseo de que sucesos que ocurrieron en el primer cuarto de este siglo y personas que actuaron en esa época, teniendo por escenarios el monte y el río, no quedaran en el olvido (…)”.
Nota publicada en  Revista Digital Bien Nuestro Nº22 INYM.

Fotos: Facebook Estancia Santa Inés.

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