Ana, la primera jefa sindical rural
Una vida dedicada al trabajo obrero, una oportunidad para mejorar las condiciones de vida de miles de personas que se dedican a las actividades cíclicas, entre ellos los tareferos, quienes cosechan la yerba mate.
Ana Cubilla tiene 51 años, cuatro hijos, tres nietos y una vida dedicada al trabajo obrero. Pero hace apenas 10 descubrió y abrazó con fuerza el sindicalismo como vocación, al que considera una oportunidad para hacer efectivo los derechos laborales y mejorar las condiciones de vida de miles de personas que se dedican a actividades cíclicas, entre ellos los tareferos.
Ana es Secretaria General del Sindicato Único de Obreros Rurales (SUOR) de Misiones, un cargo que ostenta orgullosa porque es producto de una lucha que inició en el 2011.
Desde entonces, dedicó cada minuto de su vida a fundar una nueva organización para dar respuestas rápidas y concretas a quienes se dedican a la cosecha de yerba mate en Misiones, al tabaco en Salta y Jujuy, a la caña de azúcar en Tucumán, a los granos en Buenos Aires y en otras provincias.
Hija de un paraguayo (Juan Cubilla) exiliado que encontró el amor (con Rosalina Florentín) en Misiones, es la mayor de once hermanos. Nació en Mado, Colonia Delicia, en el Alto Paraná misionero. De chica y hasta bien entrada la adolescencia, se mimetizó con el trabajo rural en Eldorado, Wanda, Colonia Lanusse, Colonia Victoria, donde la familia era empleada.
Historia de vida
Con la marca de la tierra roja y la esperanza de encontrar una salida laboral que le permitiera prosperar, a fines de 1987 viajó a Buenos Aires, donde se desempeñó en una empresa faenadora y exportadora de carne y tras cerrarse ese frigorífico, en 1995, pasó a ocupar un lugar en una multinacional semillera, de donde fue despedida en el 2011. “Fue un momento muy duro”, recordó Ana sobre aquel momento. “Entonces, el Ministerio de Trabajo de la Nación tenía habilitado un espacio para situaciones como la mía y ahí me quedé porque encontré un lugar desde donde luchar por nuestros trabajadores; poco tiempo después, en el 2013, me asignan a Misiones y empiezo a dedicarme a los tareferos, ya con un nuevo sindicalismo rural en marcha, un sindicato que tiene personería gremial a partir de 2015 y desde entonces logra visibilización”, repasó.
¿Qué decir de la responsabilidad de liderar un sector tan importante como el de los trabajadores rurales? “Hay que partir de la memoria de que históricamente fueron los hombres quienes ocuparon todos los espacios, éstos y todos los demás, pero somos un frente de mujeres muy grande y fuertes que nos estamos abriendo paso social, política y sindicalmente”, contestó.
Específicamente sobre los cosecheros de yerba mate, Ana Cubilla recordó que el analfabetismo y la indocumentación siguen siendo aspectos a resolver, y marcó que la pandemia por Covid 19 “desnudó un poco más la situación de vulnerabilidad que atraviesan, ya que por ejemplo el año pasado las maestras enviaban tareas por whatsapp y los padres no sabían leer ni escribir, entonces lo que se hizo desde el Sindicato fue gestionar puntos de apoyo escolar en los barrios y parajes alejados, y con el apoyo de los Gobiernos de Misiones y de la Nación se entregaron útiles y cuadernillos para que los niños puedan estudiar sin dificultad”.
La eliminación del destajo es el gran desafío que desvela a Ana Cubilla. “El nuevo sindicalismo rural nace con objetivos claros y firmes y uno de ellos es la eliminación del destajo en la vida de los trabajadores agrarios”, enfatizó. “No puede ser que el trabajador rural no sepa cuánto va a ganar cada día que amanece y va a la chacra, al yerbal, a los naranjales, a los tabacales… En cualquiera de las economías regionales, el trabajo es destajo es una realidad porque esos trabajadores dependen de la cantidad de kilos que hacen, del metro cuadrado o lineo que trabajan”, explicó. “Luchamos para que eso se resuelva y que tengan por lo menos un salario mínimo vital y móvil, y después, si quieren, pueden hacer más kilos o cuadros, y que partir de 300 o 400 kilos, por ejemplo, tendrían un porcentaje de ganancia, pero que aumente su salario en función de un sueldo”, profundizó.
Para la dirigente sindical, “si se logra eliminar el destajo, el trabajador pasa a estar bancarizado y se termina el trabajo infantil, el trabajo en negro y otras cuestiones; tendrán que ir a cobrar al banco y ya no dependerían de los cuadrilleros o contratistas, que deciden cómo y cuándo pagarles".
Ana está haciendo historia, aferrada a la convicción de que es posible un mundo con equidad social.
Tal es así que sus pasos están reflejados en el libro “La marea sindical: mujeres y gremios en la nueva era feminista”, de Tali Goldman, donde se explica que “más allá de que existe una Ley de Cupo Sindical Femenino que establece un piso del 30 por ciento para la representación femenina en cargos electivos y representativos, la realidad revela que solo un 18% de esos cargos están ocupados por mujeres. Y de ese porcentaje, 3 de cada 4 se ocupan de temáticas consideradas ‘propias de la mujer’, como igualdad de género o servicios sociales”. Bien, una misionera abre paso y lo hace como la primera dirigente sindical en el sector rural, un hecho que convoca de lleno a la tierra colorada, caracterizada por ser el territorio con mayor cantidad de familia agraria en la Argentina y el mayor productor de yerba mate en el mundo.