Volver a la chacra y apostar a la yerba mate
La famlia Kiefert se trasladó del centro de Oberá a Colonia Yapeyú, donde apuestan por una producción sustentable y amigable con el medio ambiente
Sara Cardozo y su marido Emilio Antonio Kiefert tomaron el camino inverso al más utilizado. Después de vivir 18 años en el centro de la ciudad de Oberá, decidieron radicarse en una chacra para trabajar con yerba mate.
Cambiaron el brillo artificial por el del sol pleno; el ruido urbano por los sonidos de la naturaleza; el trabajo de lunes a lunes con ingreso casi permanente de dinero por la labor agrícola sin tiempo que cumplir y sin certeza de ingreso monetario.
Pasaron 7 años de esa decisión y aunque a veces la vida se hace cuesta arriba, sienten que fue lo mejor que les pasó.
La vivienda está rodeada de “oro verde” y en este cultivo la pareja tiene depositada la esperanza de una manera muy singular: lograr mayor eficiencia en la plantación con la implementación de prácticas conservacionistas, con el apoyo técnico del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).
“Esto es realmente muy gratificante”, expresó Juan José Szychowski, presidente del INYM. ”En esta chacra tenemos un ejemplo a seguir: además de la decisión de invertir en la producción de yerba mate, esta familia lo hace con el desafío de aplicar prácticas amigables con el ambiente con mejores resultados a largo plazo”, agregó luego de visitar el lugar junto a los directores por la Producción, Nelson Dalcolmo, Marcelo Hacklander y Jonás Petterson, y el representante de Cooperativas, Denis Bochert.
La chacra está ubicada en Colonia Yapeyú, en el departamento Oberá, Misiones. Tiene 25 hectáreas, de las cuales 9 son de yerba mate y las demás son potrero una parcela tiene te, cultivo que erradicarán para optimizar la ganadería y ampliar la superficie yerbatera.
En este 2020, la familia cosechó 20 mil kilos de hoja verde en las 9 hectáreas de yerba mate. “El rendimiento fue menor al año anterior por acuerdo técnico de dejar más hoja verde en las plantas, y dio buenos resultados, ya que es uno de los pocos yerbales en esta zona sin ninguna planta muerta o ramas secas por sequía; ahora se nota gran brotación y se empezará a manejarla en función de ese manejo”, manifestó Pablo herrera, el técnico del INYM.
Esos conceptos fueron ratificados por Sara, quien contó que “con el asesoramiento del técnico del INYM aprendimos a cuidar el suelo y la yerba; en la última cosecha dejamos un 40 y hasta 50 por ciento más de hojas en las plantas para preservarlas, y la verdad es que hoy podemos ver que se están regenerando muy bien”.
Tanto Sara como Emilio nacieron y se criaron en la zona rural de Campo Viera y Colonia Alberdi, donde los padres se dedicaban a la yerba mate. Luego se trasladaron a Oberá para estudiar y trabajar, y allí se conocieron y decidieron formar una familia, ella ya como peluquera y él como maestro mayor de obras.
“Vivíamos en el centro de la ciudad, pero teníamos una vida muy agitada y por eso decidimos buscar un lugar más tranquilo”, contó la mujer. “La verdad es que no nos arrepentimos, estamos felices; acá podemos plantar, tenemos huerta, pollos, vacas y yerba mate… acá escuchamos el sonido de los pájaros a la mañana y allá lo que escuchábamos era el ruido de autos y motos… allá trabajábamos de lunes a lunes, no había descanso y acá si me quiero tomar el día me tomo porque soy dueña de mi tiempo… Allá vivíamos en cuatro paredes, entre rejas, los chicos no pueden salir a la calle porque es un peligro y acá vivimos en libertad”, ilustró.
El trabajo rural es ciento por ciento familiar. “El cuidado y la cosecha la hacemos con mi marido”, indicó Sara, al tiempo que señaló que “todos los chicos estudian; el mayor, Jonathan, tiene 25 años y vive en Buenos Aires; el que le sigue, Cristian, tiene 22 años y estudia profesorado de matemáticas, y la siguiente, Evelyn, tiene 17 años y está terminando 5to año de la secundaria; la otra niña, Eliane, tiene 12 años y está terminando la primaria y el más pequeños, Ervin, tiene 5 años y pasó a 1er grado”.
“Vinimos a vivir a la chacra sin tener mucho conocimiento de cómo trabajar, usábamos venenos en algunos lugares y desde que tenemos el asesoramiento técnico del INYM, entendimos que con sólo machetear la maleza, por ejemplo, ya generamos aporte al suelo del yerbal; por eso, con el dinero de la última cosecha compramos un triciclo macheteador”, relató Sara.
La meta es lograr sustentabilidad en toda la chacra, con la yerba mate como principal cultivo, detalló Pablo Herrera, técnico del INYM: “Los trabajos apuntan a lograr una chacra dinámica a futuro: ya no se hace más el laboreo de suelo con rastra, se realiza un manejo de cubiertas naturales y en unos lotes que están bastante comprometidos con cola de zorro se está haciendo una experiencia que permite devolver fertilidad al suelo y erradicar esa maleza; también se está haciendo un trabajo integrador con ganadería, pensando en reemplazar un lote de te por más pastura para los animales y otra línea de trabajo a concretar es la captación de agua de lluvia para resolver problemas de abastecimiento de agua”.
Siguiendo esa línea, Herrera subrayó que la experiencia de manejo de la cola de zorro arroja resultados positivos: “En un lote de yerba, el productor dejó crecer desde el año pasado esta maleza hasta 1,20 y 1,50 metros de alto y se hizo un corte al ras del suelo. En otro lote, desde desde marzo de este 2020 se hacen cortes sucesivos y no se promueve tanto el crecimiento. En los cortes más altos vimos una reducción del 40, 50 y hasta 60 por ciento de la rebrotación, es decir que estamos viendo que este tipo de manejo inhibe o impide la rebrotación de la cola de zorro. Pero además, en cuanto a las mediciones de temperatura en el suelo cubierto y suelo desnudo, hemos visto que hay entre 5 y 6 grados menos con el rastrojo de la cola de zorro que a la temperatura ambiente y hasta 8 y 9 grado comparando con el suelo desnudo”.
Finalmente, otro gran desafío que aceptaron Sara y Emilio, junto al técnico del INYM, es cosechar agua de lluvia.t
“Algo que se está imponiendo cada vez más es aprovechar el agua que precipita sobre los techos y invernaderos, con el uso de canaletas en la laderas de las estructuras o canales a nivel del suelo, y encausándola hacia algún recolector pluvial; es algo que pensamos trabajar en esta chacra”, dijo Herrera. “Si nos ponemos a analizar el volumen de agua que dejamos pasar cada vez que hay una precipitación, es inmenso y los costos compensan, no se comparan con la cantidad de agua que uno podría llegar aprovechar con cada lluvia”, enfatizó.